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Nuestra historia

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  1. Primeros colegios profesionales

    A finales del siglo XIX surge la necesidad de asociarse en las diferentes profesiones de rango superior. Así lo hacen los médicos, farmacéuticos, veterinarios, abogados, pasando del es­tadio de Gremios, Jurados y Aso­ciaciones al sistema de Colegios, con unos Estatutos más vinculantes que les relacionan con la Adminis­tración y con la Sociedad misma donde desarrollan su actividad.

    Los médicos, por ejemplo, en 1883 aprueban la creación de los Jurados Médicos y de Calificación para en 1898 constituirse en Cole­gios de Médicos sin carácter obligatorio por lo que sus resultados son mediocres, elevándolos en 1917 a la categoría de obligatorios.

    Nuestros antecesores lo hicieron más tardíamente que la mayoría de los grupos antes citados, y ello por varias razones, entre ellas y acaso como más significativa, porque hasta fechas muy recientes no tuvo realidad académica ni título oficial, el menester del dentista.

  2. Sociedades de carácter libre

    Recordamos, como hasta 1875, no aparece el primer título de Cirujano Dentista, y cómo el de Odontólogo aparece en 1901.

    Como en toda historia hay verdaderos iniciadores, pioneros, o precursores que con visión adelantada van preparando el terreno y despertando inquietudes. Cabe tal gloria en el tema del asociacionismo odontológico español a los sevillanos, a la Escuela Sevillana que, allá por el año 1865 y bajo los auspicios de Segura, Baldaraque y Pozo, instituyeron el llamado Colegio de Dentistas, mezcla de Sociedad y semillero de enseñanza, nacido en el momento en que tales cosas ni se barruntaban en el resto de España.

    Los cirujanos dentistas durante el siglo XIX se organizaron a través de las sociedades odontológicas de carácter libre y corte paternalista. Solía ser un profesional de presti­gio o varios juntos quienes toma­ban la iniciativa y creaban una Sociedad a la cual se adherían otros profesionales con mayor o me­nor entusiasmo. Cuando surgían disparidades o enfrentamientos los disconformes se despedían de la Sociedad que­dando huérfanos, o si arrastraban otras voluntades fundaban otra So­ciedad desde la cual hostigaban a sus adversarios.

    Algunos dentistas pronto se dieron cuenta de que los Colegios tenían ventaja sobre las Socieda­des. Así, Ramón Pons, en 1982 pi­de la colegiación obligatoria en un artículo donde señala la inoperancia de la organización odontológica que «sólo sirve para llevar el registro de los títulos y denunciar los intrusos a las autoridades…». El colegio, sin embargo, sirve para «Prevenir, amonestar y castigar las faltas…, regularizar los honorarios y establecer una severa moral médica…».

  3. Aumento del intrusismo en la profesión

    Entre disputas de las distintas Sociedades y Federaciones se llega a los años 20, donde el nú­mero de profesionales odontólogos aumenta grandemente con rela­ción a la década anterior. Por otro lado también aumenta el número de intrusos, siendo un problema que en aquellos tiempos preocupaba hondamente. Los mé­dicos, los protésicos, los propios dentistas amenazaban el ejercicio profesional con intrusión o trampa. De ahí que la creación de un organismo con fuerza y capacidad para reprimirlo fuera sentida como una necesidad por algunos profesionales.

    El pionero de esta idea fue Roig Valero, valenciano y médico que llevó el tema a la Federación Odontológica Española (FOE) en la reunión de 1921.

    Las sociedades de toda España clamaban por la concordia, y así en la Asamblea General Odontológica Gallega, celebrada en Vigo del 25 al 29 de agosto de 1928 en su II Conclusión pide que la SOE y la AEO lleguen a un acuerdo.

    En la Asamblea Odontológica Catalano-Balear, convocada por el Círculo Odontológico Catalán, pre­sidida por Mateu Cebriá se acuerda pedir la colegiación obligatoria.

  4. Llamada a la concordia

    Llegamos así a 1930, donde la clase dental española estaba cansada de tantas luchas, haciendo de la colegia­ción un frente más de la guerra que enfrentaba a unos y a otros. La clase, para luchar contra el intrusismo vio en la Colegiación un arma útil. Para la consecución de tal meta la clase erigió a Landete como líder y portaestandarte de las opiniones de la mayoría. Contra esa corriente se opuso Aguilar porque suponía un menos­cabo a su autoridad y una futura intromisión en sus intereses porque de lograrse la colegiación, habría ya un instrumento que podría fiscalizar su conducta. Para luchar contra ello buscó un grupo de ami­gos, les segregó de la antigua Sociedad Odontológica Española y se erigió en líder de los mismos para oponerlos a sus contrincantes.

    Al final del proceso, sin embargo, muchos opinaban que eran personalismos sin fijarse en lo que latía debajo de cada tendencia.

    En 1930 el Colegio de Odontó­logos y Estomatólogos de Barcelo­na, recientemente creado y cuyo lema era la neutralidad y el con­seguir la unión de la clase, pide que se acaben las rencillas.

    Pero son los riojanos, del Cole­gio Odontológico Riojano, quienes a principios de 1930 lanzan una llamada a la concordia para la unión de la clase, pidiendo la creación de una Asociación General de Odontólogos Españoles, fruto de la fusión de ambas tendencias rivales. Este llamamiento fue recogido por la Sociedad Odontológica Aragonesa que se ofreció como mediadora en la disputa entre ambas facciones.

  5. Formación del Colegio Oficial Odontológico

    Efectivamente, el lunes 3 de mar­zo de 1930 con gran audiencia de público y presencia de los princi­pales protagonistas se realizó la Asamblea Pro-Unión, en el Colegio de Médicos de Madrid, presidida por el señor Mariscal presidente de la Sociedad Odontológica de Ara­gón. Se acuerda formar una comisión para tratar el asunto compuesta por: Ruiz Valdés y Diez por la AEO, Cervera y Caballero por la SOE y Mariscal como independiente. Al día siguiente de ser elegidos en el Colegio de Médicos se reunieron los comisionados. Acordaron que los colegios no nacieran de las sociedades sino independientes y que los formaría el Inspector General de Sanidad. También se acordó que fueran obligatorios y que los Esta­tutos se basaran en los Colegios de Médicos aparecidos en «La Gace­ta» el 7 de febrero de 1930.

    El 28 de mayo de 1930 aparece la Real orden en la que después de hacer historia de las vicisitudes pa­sadas, se acepta la colegiación obligatoria.

    Y así, el 19 de junio de 1930, en Oviedo, se constituye el Colegio Oficial Odontológico de la XII Región, formada por las provincias de Oviedo y León, siendo elegida su Junta de Gobierno integrada por los siguien­tes señores: Presidente, D. Teodoro López Cuesta; vicepresidente, D. Loren­zo Castillo; secretario, D. José Santos Bueres; tesorero, D. Juan Triviño, y contador, D. Rafael Sauras Fernández. Vocales de Asturias: D. Alberto del Campo y D. Víctor Carreña. Vocales de León: D. José María Martínez Gallo y D. Sebastián Hernández.

Santa Apolonia, Santa Patrona de los Odontólogos y de las Enfermedades Dentales

En tiempos del Imperio Romano, bajo el régimen del emperador Filipo, El Árabe, se llevan a cabo persecuciones, torturas y asesinatos contra los cristianos y su religión. Surgen también, muchos mártires porque eran creyentes de la fe que profesaban y preferían entregar su vida antes que renunciar a Cristo Jesús.

Los Padres de la Iglesia ante esta situación mantenían comunicación unos con otros mediante cartas y es en una de ella que se conoce de una mujer llamada Apolonia, quien era hermana de un eminente magistrado de Alejandría. Mujer virgen de avanzada edad que siempre se caracterizó por las virtudes de castidad, piedad, caridad, austeridad y limpieza de corazón. El Obispo de Antioquía, Fabio, recibió una carta de parte de San Dionisio, Obispo de Alejandría donde explicaba las terribles persecuciones dadas en la ciudad de Alejandría. El gobernador de Alejandría influenciado por un adivino que se hacía llamar Divino, ordenó injustas represalias contra los cristianos y su religión, ya que según el adivino, ellos atentaban contra el Imperio y por consiguiente su monarca. Este adivino azuzó a las turbas paganas provocando muerte y destrucción a los cristianos que allí vivían.

Durante una de esas pesquisas, capturaron a Santa Apolonia y la sometieron a horribles torturas para que dijera lo que ellos le ordenaban que eran una serie de improperios y blasfemias contra Cristo. Al negarse, la turba se enojó y un despiadado perseguidor cristiano le lanzó un poderoso golpe a la cara rompiéndole de esta forma sus dientes que se le cayeron en pedazos. La Santa, con la cara sangrienta, no escuchó ni obedeció a sus torturadores y éstos en vista que no conseguirían nada decidieron amenazarla con una enorme hoguera a las puertas de la ciudad, proponiéndole que si no rechazaba a Cristo, sería quemada atada a un palo. Exhausta, Santa Apolonia, hace suponer que iba pensar lo que se le proponía y les pide que le desataran las manos para elevar sus últimas plegarias al cielo. Los soldados lo hacen y en menos de lo esperado Santa Apolonia salta por voluntad propia a la hoguera ardiente para evitar renunciar a su amada religión. Mientras tanto, la Santa les decía que cuando sufrieran de problemas y dolencias dentales, invocaran su nombre, pues ella intercedería ante el Todopoderoso para aliviar sus penas. De esta manera ofrecía su dolor propio por el de quién pudiese sufrirlo después.

Los perseguidores junto al gobernador quedaron atónitos al ver que a pesar del fuego, las llamas no la consumían ni le hacían daño alguno, al verlo trataron incansablemente de golpearla para que muriera, pero la mano del Altísimo la protegía. Finalmente fue degollada.

Aún cuando en la carta se habla de una mujer madura, al ser representada, su imagen en frescos, pinturas o esculturas, se representa como una joven y hermosa virgen, que sostiene en su mano un fórceps con una molar extraída. Otros artistas la describen con un diente dorado colgado de su cuello.

A pesar que la Santa era de oriente, la iglesia occidental es quien la venera, no así la iglesia de oriente, ya que interpretan el acto de valentía de Santa Apolonia como un acto suicida. Pero es San Agustín quién nos explica años más tarde, que se trató de un acto invocado por el Espíritu Santo lo que llevó a esta Santa a comportarse así.

Su muerte se dio en el año 249, siglo III D.C., pero no fue sino hasta 50 años después que la canonizaron. Su día de veneración es el 9 de Febrero y se le considera la Santa Patrona de los Odontólogos y de las Enfermedades Dentales. De allí que sea invocado su nombre cuando hay un dolor de muelas.